El mundo mira estos días al balón que rueda en un país que somete a la mujer y persigue a homosexuales y prensa. En sus estadios, sangre de 6.500 obreros muertos.
Este domingo empieza el Mundial de Fútbol de Qatar, una maquinaria deportiva y comercial que, hasta el 2 de diciembre, tendrá en vilo al mundo. Un chute de inversiones, patrocinios y visitas que cualquier país ansía y que sirve para enseñar al planeta el mejor rostro de una nación. La competición hace brillar a quien puede brillar y Qatar, el país más rico del mundo, tiene muchos dones, pero también una carencia profunda que ni todos los fastos pueden ocultar: sus violaciones sistemáticas de derechos humanos. Motivos suficientes para no tener un premio gordo como el que le ha regalado la FIFA.
En Qatar se somete a las mujeres, se persigue a los homosexuales y a la prensa libre, se explota a los trabajadores, que en los escalafones más bajos de los empleos y los salarios son migrantes, como los 6.500 que han muerto levantando los estadios en los que ahora todo será emoción. Y todo eso no ha impedido ni la elección del escenario y el desarrollo posterior de la apuesta deportiva y el engranaje que conlleva. Hay debate sobre qué cantante se arriesgará a cantar en las ceremonias de Doha, pero no parece haberlo sobre si las estrellas rojas o albicelestes tienen o no que estar sobre el terreno de juego. ha ganado el negocio.
Los destellos de la enorme tramoya que es un mundial no dejan, a veces, ver lo que hay detrás. Por eso, activistas locales, organizaciones de derechos humanos internacionales y hasta la ONU están recordando con informes y comparecencias que no todo es fiesta. Minky Worden, directora de iniciativas globales de Human Rights Watch, argumenta la necesidad de contar porque de ello depende la movilización, para hoy y para mañana.
“El legado de la Copa Mundial de 2022 dependerá de si Qatar remedia con la FIFA las muertes y otros abusos que sufrieron los trabajadores migrantes que construyeron el torneo, aplica las recientes reformas laborales y protege los derechos humanos para todos en Qatar, no sólo para los aficionados y futbolistas visitantes”, indica. Se espera que más de 1,2 millones de visitantes internacionales acudan a Qatar para ver el torneo entre los 32 equipos clasificados, junto con muchos dirigentes gubernamentales y del fútbol mundial. “Es el momento de saber”, remata.
Desde la elección
Empieza por recordar que ya la elección de Qatar vino marcada por el escándalo. La FIFA concedió al país del Golfo la organización del Mundial en 2010, “sin la debida diligencia en materia de derechos humanos y sin establecer condiciones sobre la protección de los trabajadores migrantes que serían necesarios para construir la enorme infraestructura”. Es algo esencial, a ojos de la asociación, como también lo eran “las preocupaciones sobre los derechos humanos de los periodistas, la discriminación sistémica a la que se enfrentan las mujeres, el colectivo LGBT y otras personas en Qatar”.
Es habitual que se haga un examen de todas esas materias antes de poner en manos de un país cualquier evento, pero en este caso pesó más el enorme peso económico de Qatar, su papel como dinamizador de eventos deportivos, exitosos todos, desde la década de los 90 del pasado siglo, del motor al tenis pasando por el balonmano. Pero tampoco es nuevo que el premio de un Mundial vaya a parar a un país que derrapa en democracia o actúa de forma inadecuada: en Sudáfrica, sede de 2010, se echó de sus casas a miles de personas no especialmente pudientes para levantar sobre sus terrenos los estadios y con Rusia, anfitriona de 2018, nadie se quedó de que cuatro años antes se hubiera anexionado Crimea, legítimo suelo ucraniano.
En 2017, la FIFA adoptó una Política de Derechos Humanos, con la que se comprometía a tomar “medidas para promover la protección de los derechos humanos”. Al año siguiente mejoró su legislación laboral y en los últimos años h levantado tímidamente vetos sobre la mujer. En octubre de 2019, un estudio de la ONU elogió las medidas adoptadas por el comité organizador del torneo. Y, sin embargo, son insuficientes y tampoco se han implementado al 100%.
En 2017, la FIFA adoptó una Política de Derechos Humanos, con la que se comprometía a tomar “medidas para promover la protección de los derechos humanos”. Al año siguiente mejoró su legislación laboral y en los últimos años h levantado tímidamente vetos sobre la mujer. En octubre de 2019, un estudio de la ONU elogió las medidas adoptadas por el comité organizador del torneo. Y, sin embargo, son insuficientes y tampoco se han implementado al 100%
Comentarios sobre esta nota